miércoles, 14 de julio de 2010

Museo de la Evolución Humana de Burgos







El MEH abrió ayer sus puertas después de un largo camino de más de una década, a su lado se levantan el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y el futuro Auditorio y Palacio de Congresos ( en obras).

El complejo del MEH se ha creado para universalizar los hallazgos de los yacimientos de Atapuerca tras muchos años de trabajos en la sierra y de concederles la importancia que merecen. Pretende subrayar la relación del hombre con su entorno ambiental y social, explicando su adaptación a los distintos ecosistemas poblados por la especie a lo largo del planeta. El Museo de la Evolución Humana expone 200 fósiles originales recuperados en los yacimientos de Atapuerca, incluido el famoso Cráneo Nº 5, Miguelón, de hace casi 500.000 años.

Esa presencia de la naturaleza en la evolución del hombre es una de las ideas más potentes con las que comenzó a trabajar Juan Navarro Baldeweg , el arquitecto del museo, desde el mismo momento de la concepción del edificio. Por eso, la evocación del paisaje de la Sierra de Atapuerca es la primera sensación con la que se topará el visitante al acercarse al Complejo de la Evolución, ya desde el paseo exterior.

En el plano inclinado que asciende hasta las puertas del MEH, la vegetación colocada pretende recrear el entorno de los yacimientos, a modo de iniciación visual de un territorio clave para la comprensión de los hallazgos y el modo de vida de nuestros antepasados. Pero esa impresión no acaba al acceder al complejo.

El MEH ocupa 15.000 metros cuadrados, es un inmenso cubo en el que es fácil perder la percepción de la escala humana. Está lleno de luz, es espacioso, permite la comunicación visual entre las distintas plantas y la entrada y en él penetran cuatro cortes verticales, a modo de lenguas de naturaleza en medio del vidrio y el hormigón.

En su superficie también se ha plantado vegetación de la sierra, mediante árboles desecados previamente, y se han colocado reproducciones de los animales que en los tiempos prehistóricos habitaron las tierras de Atapuerca.



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Cubrí con flores
Aquella caligrafía
De trazos rectos.

Unas gotas de luna
Cayeron en mi mano,
Los vientos húmedos
Acercaron el perfil del silencio
Hasta mi rostro.
El espacio vacío
Se llenó con los sueños,
La ausencia
Vagó en la quietud
Del amanecer,
Y encontré indicios
En la voz del aire.

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