domingo, 24 de mayo de 2009

Todas las tardes café. Santiago García Tirado


El próximo martes 26 de mayo, el escritor Santiago García Tirado presentará en el Salón de Actos del IES La Torreta de Elche su último libro Todas las tardes café publicado en abril por Ediciones Irreverentes.

Este libro, que resultó finalista del Premio Internacional Vivendia de Relato será presentado por el catedrático de Literatura Francisco Rocamora. Además, se proyectará un cortometraje basado en el libro, realizado por José Antonio Martínez, de Jhoss Prods.

El libro, consta de 37 relatos –más un divertido documento complementario, los graffittis con que los clientes decoran las paredes de la cafetería– un texto seductor, resuelto con momentos desternillantes, a veces terribles, y casi siempre desbordantes de humanidad, escrito con una prosa rítmica y elegante.

Desde aquí quiero felicitar a Santi por esta nueva obra y desearle el éxito que se merece por su labor literaria.

Así comienza el primer relato de Todas las tardes café.

EL AUTOR DE LA VIDA


Puedo decir (puedo decirlo, claro que puedo decirlo y no resultar un imbécil) que todos los días soy el hombre que abre las puertas del mundo. Nadie que me conozca me ha tomado nunca por cretino. Simplemente digo lo que todos ignoran, pero que yo sé de una forma diáfana: que al abrir las puertas, permito que cada día exista el mundo.

Que yo me levante cada día en un piso oscuro y mal aireado, que me ponga la ropa que me lavo y me plancho con mis propias manos, que me siente en un balcón interior cada mañana, y a oscuras me fume un cigarrillo de tabaco negro y barato, no desmerece mi misión. Mi vida es gris, y es mía, y no hay nada que decir al respecto. Pero mi misión es otra, y es grande. La cumplo desde mucho tiempo atrás, desde mis veintitrés años, cuando al volver de la mili todos dieron por supuesto que allí me habían hecho un hombre, y ahora me tocaba un nuevo y último paso que diera sentido a mi vida: conseguir empleo para poder casarme. Lo segundo no lo vi claro nunca, y dejó de inquietarme el día que entendí que era posible romper los círculos eternos. Lo primero lo hice con agrado toda mi vida. Hasta hoy.

Me llamo Felipe Conde. Soltero. Sesenta y cuatro años. Tengo entre mis conocidos (las gentes que entran por las puertas) fama de hosco, aburrido, irrecuperable para la sensibilidad. De los gestos con que algunos me tratan, alimento la idea de que me han fabricado una leyenda negra, no sé si de hombre cruel a escondidas, pederasta, asiduo de burdeles y tugurios de chaperos, o desencantado, sin más. Nadie, sin embargo, ha podido en este tiempo negarme que soy ante todo un profesional.
Llego a mi hora, me manejo con soltura y diligencia. No pierdo tiempo en chácharas, de ningún tipo, soy escrupuloso, y cumplo con mis obligaciones. Y sobre todo, me precio de esmerarme en mi trabajo sin detenerme a mirar a quien me reclama.

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Cubrí con flores
Aquella caligrafía
De trazos rectos.

Unas gotas de luna
Cayeron en mi mano,
Los vientos húmedos
Acercaron el perfil del silencio
Hasta mi rostro.
El espacio vacío
Se llenó con los sueños,
La ausencia
Vagó en la quietud
Del amanecer,
Y encontré indicios
En la voz del aire.

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