martes, 9 de junio de 2009

La piedra de la paciencia. Atiq Rahimi


Ayer terminé de leer La piedra de la paciencia, premio Gouncourt 2008, una novela estremecedora que denuncia la locura de las guerras, la opresión de la mujer y el fanatismo religioso.

La novela resulta dura y angustiosa desde las primeras páginas. Una mujer afgana, llena de rabia y desesperación, reprocha a su marido, inconsciente a causa de una bala alojada en la cabeza, todos sus errores, y le confiesa sus secretos más escondidos, sus deseos sexuales y las dudas de su fe religiosa. El hombre representa la piedra de la paciencia (sangue sabur)

La obra sobrecoge desde el comienzo por el aterrador compás de las respiraciones del marido y los rezos del rosario musulmán, que realiza la mujer una y otra vez sin descanso. Las noventa y nueve cuentas del Tasbith marcan el ritmo de la novela.

La voz de esta mujer, harta de su situación, se eleva por encima del silencio abrumador de su casa y del ruido que producen los disparos de la guerra. Las últimas páginas son quizá las que sorprenden al lector y le dejan un sabor todavía más amargo.

"El sol se pone. Las armas despiertan. Esta noche, de nuevo, se destruye. Esta noche, de nuevo, se mata. La mañana. Llueve. Llueve sobre la ciudad y sus ruinas. Llueve sobre los cuerpos y sus heridas"

Según Atiq Rahimi la muerte de su amiga y poeta Nadia Anjuman, asesinada por su marido, le sirvió de argumento para esta novela en la que denuncia la violencia, las guerras y la desigualdad entre sexos. Su muerte provocó en mí un ataque de rabia que todavía sigue vivo"

Una buena y breve lectura que no deberías perderte de este escritor afgano, residente en Francia, que piensa que el único factor capaz de cambiar el mundo es la cultura. Una vieja idea que nos hace reflexionar.

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Cubrí con flores
Aquella caligrafía
De trazos rectos.

Unas gotas de luna
Cayeron en mi mano,
Los vientos húmedos
Acercaron el perfil del silencio
Hasta mi rostro.
El espacio vacío
Se llenó con los sueños,
La ausencia
Vagó en la quietud
Del amanecer,
Y encontré indicios
En la voz del aire.

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