Mapa de los sonidos de Tokio. Isabel Coixet
Mapa de los sonidos de Tokio es una historia narrada desde la voz de un anciano japonés, Min Tanaka, enamorado platónicamente de una joven enigmática que esconde un secreto, su profesión; que le agrada comer mochis de fresa e ir al cementerio Aoyama a limpiar lápidas los domingos. Min Tanaka es un técnico de sonido que está seducido por la forma en que Ryu hace ruido sorbiendo el ramen. A los dos amigos les gusta disfrutar del silencio. La joven, que trabaja en el mercado del pescado de Tokio y esporádicamente es asesina a sueldo es contrada por el presidente de una importante empresa para matar a David, culpable de la muerte por suicidio de su única hija, Midori. Pero Ryu se enamora de su víctima, un catalán que regenta una tienda de vinos españoles e inicia una relación amorosa.
La primera escena de la película es la de mayor fuerrza de todo el film, arranca en un restaurante japonés con mujeres desnudas, tendidas sobre largas mesas y cubiertas de sushi, alrededor de las mesas hombres de negocios, y entre ellos está el señor Nagara que recibe la noticia del suicidio de su hija Midori. Poco después, la película se va haciendo lenta, a veces demasiado, y va perdiendo encanto.
Lo que resulta más atractivo de esta película son los sonidos y los silencios, que adquieren mucha importancia durante toda la historia, aunque no llegan a ser determinantes, y la fotografía con imágenes deslumbrantes. Lo menos logrado son los diálogos, carecen fuerza.
La primera escena de la película es la de mayor fuerrza de todo el film, arranca en un restaurante japonés con mujeres desnudas, tendidas sobre largas mesas y cubiertas de sushi, alrededor de las mesas hombres de negocios, y entre ellos está el señor Nagara que recibe la noticia del suicidio de su hija Midori. Poco después, la película se va haciendo lenta, a veces demasiado, y va perdiendo encanto.
Lo que resulta más atractivo de esta película son los sonidos y los silencios, que adquieren mucha importancia durante toda la historia, aunque no llegan a ser determinantes, y la fotografía con imágenes deslumbrantes. Lo menos logrado son los diálogos, carecen fuerza.
Una película interesante, con una buena interpretación de Rinko Kikuchi. Aunque esperaba bastante más de esta cineasta catalana que ocupa un lugar destacado en la vanguardia contemporánea internacional.
Aprovechando el estreno de la película estos días ha salido a la venta la novela con el mismo título publicada por Tusquest y escrita por Isabel Coixet en que está basado el film. Según el editor en Mapa de los sonidos de Tokio se dan cita los ambientes oscuros del cineasta Wai Wong Kar y los personajes solitarios del escritor Haruki Murakami, los dos autores que más han influenciado a la directora catalana.
Aprovechando el estreno de la película estos días ha salido a la venta la novela con el mismo título publicada por Tusquest y escrita por Isabel Coixet en que está basado el film. Según el editor en Mapa de los sonidos de Tokio se dan cita los ambientes oscuros del cineasta Wai Wong Kar y los personajes solitarios del escritor Haruki Murakami, los dos autores que más han influenciado a la directora catalana.
Os dejo la opinión de Isabel Coixet sobre su séptimo largometraje.
Las películas, como las melodías o los poemas nacen de extraños encuentros, de asociaciones a menudo incongruentes pero siempre mágicas.
En el caso de Mapa de los sonidos de Tokio, la historia se me apareció (no quiero sonar como una iluminada, pero no se me ocurre mejor forma de expresarlo) en el mercado de pescado de Tsukiji en Tokio. Imagino que el olor de atún fresco y algas y ostras, los gritos de los subasteros, el fragor de los miles de cajas siendo arrastradas y la peculiar luz de los fluorescentes a las cuatro de la mañana, tuvieron mucho que ver. O quizás tuvo que ver, el desayuno de sopa de miso y makis de anguila. O el rostro pétreo de una chica, que manejaba con destreza una manguera y que se negó enérgicamente, con una decisión poco habitual en Japón, a ser fotografiada por mí.
Pero, recuerdo que, en el metro, lleno a rebosar, volviendo soñolienta al hotel, después de haberme levantado a las tres de la mañana para ver la subasta de pescado, no dejaba de pensar en esa chica y en el porqué de su negativa. Pensaba en sus botas de agua chapoteando entre el hielo deshecho y la sangre de los atunes recién cortados. Y al cerrar los ojos y oír la voz casi infantil de la locutora que anunciaba la próxima parada en la estación de Shinjuku, supe que iba a contar la historia de una mujer con una doble vida: una mujer dura, solitaria, misteriosa, herida. Que trabaja en el mercado del pescado, limpiando y cargando cajas y recibe esporádicamente encargos como asesina a sueldo. Y la de un hombre, obsesionado por los sonidos, que ama en silencio a esa mujer, aún sabiendo que todo lo que va a obtener de ella es el sonido de su respiración, el ruido de sus tacones en un callejón solitario y sus conversaciones y encuentros con un hombre de origen español, por el que ella siente una atracción que pone en cuestión la vida solitaria que ha llevado hasta entonces.
A esta idea inicial ("iluminación" o como quieran llamarla) se unió la trama de un hombre que no puede resistir la pérdida de su hija y que busca ciegamente una venganza que se revelará trágica.
Así nació "Mapa de los sonidos de Tokio".
También de mi fascinación por la cultura japonesa contemporánea, por la atmósfera de las novelas de Haruki Murakami y Banana Yoshimoto, por mi confesa adicción al wasabi y por la vibración casi material que emite la ciudad de Tokio durante la noche: una mezcla de expectación, misterio, sombra y dulzura que deja una huella imborrable.
La banda sonora de mis películas es para mí, un protagonista más, como la luz, el paisaje, los movimientos de cámara o el trabajo de los actores. En "Mapa de sonidos de Tokio", no hay una banda sonora al uso, sino una colección de canciones que acompañan a los personajes en los momentos de pasión, de soledad, de alegría, de melancolía y de dolor. Es una banda sonora terriblemente ecléctica con canciones interpretadas desde Misora Hibari, (un mito de la canción japonesa "genka"), Max Richter, el dúo holandés "Kraak & Smaak" hasta la bellísima "One dove" incluida en el último disco de Antony & the Johnsons.
Isabel Coixet
En el caso de Mapa de los sonidos de Tokio, la historia se me apareció (no quiero sonar como una iluminada, pero no se me ocurre mejor forma de expresarlo) en el mercado de pescado de Tsukiji en Tokio. Imagino que el olor de atún fresco y algas y ostras, los gritos de los subasteros, el fragor de los miles de cajas siendo arrastradas y la peculiar luz de los fluorescentes a las cuatro de la mañana, tuvieron mucho que ver. O quizás tuvo que ver, el desayuno de sopa de miso y makis de anguila. O el rostro pétreo de una chica, que manejaba con destreza una manguera y que se negó enérgicamente, con una decisión poco habitual en Japón, a ser fotografiada por mí.
Pero, recuerdo que, en el metro, lleno a rebosar, volviendo soñolienta al hotel, después de haberme levantado a las tres de la mañana para ver la subasta de pescado, no dejaba de pensar en esa chica y en el porqué de su negativa. Pensaba en sus botas de agua chapoteando entre el hielo deshecho y la sangre de los atunes recién cortados. Y al cerrar los ojos y oír la voz casi infantil de la locutora que anunciaba la próxima parada en la estación de Shinjuku, supe que iba a contar la historia de una mujer con una doble vida: una mujer dura, solitaria, misteriosa, herida. Que trabaja en el mercado del pescado, limpiando y cargando cajas y recibe esporádicamente encargos como asesina a sueldo. Y la de un hombre, obsesionado por los sonidos, que ama en silencio a esa mujer, aún sabiendo que todo lo que va a obtener de ella es el sonido de su respiración, el ruido de sus tacones en un callejón solitario y sus conversaciones y encuentros con un hombre de origen español, por el que ella siente una atracción que pone en cuestión la vida solitaria que ha llevado hasta entonces.
A esta idea inicial ("iluminación" o como quieran llamarla) se unió la trama de un hombre que no puede resistir la pérdida de su hija y que busca ciegamente una venganza que se revelará trágica.
Así nació "Mapa de los sonidos de Tokio".
También de mi fascinación por la cultura japonesa contemporánea, por la atmósfera de las novelas de Haruki Murakami y Banana Yoshimoto, por mi confesa adicción al wasabi y por la vibración casi material que emite la ciudad de Tokio durante la noche: una mezcla de expectación, misterio, sombra y dulzura que deja una huella imborrable.
La banda sonora de mis películas es para mí, un protagonista más, como la luz, el paisaje, los movimientos de cámara o el trabajo de los actores. En "Mapa de sonidos de Tokio", no hay una banda sonora al uso, sino una colección de canciones que acompañan a los personajes en los momentos de pasión, de soledad, de alegría, de melancolía y de dolor. Es una banda sonora terriblemente ecléctica con canciones interpretadas desde Misora Hibari, (un mito de la canción japonesa "genka"), Max Richter, el dúo holandés "Kraak & Smaak" hasta la bellísima "One dove" incluida en el último disco de Antony & the Johnsons.
Isabel Coixet
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