viernes, 13 de febrero de 2009

25 años sin Cortázar

"Mis experiencias fueron siempre literarias"

El 12 de febrero de 1984 murió en París Julio Cortázar. De los homenajes que se están haciendo al genial escritor destaca la exposición de todos sus libros en la Fundación Juan March (Madrid). Entre otros se pueden ver los dedicados por Pablo Neruda, una edición en japonés de Rayuela, una colección de novelas de vampiros y discos visuales de Octavio Paz.

Descubrir a un escritor como Cortázar a través de sus lecturas, de sus obras de referencia, de sus anotaciones y de sus subrayados es un trabajo apasionante que la Fundación Juan March de Madrid permite a través de la biblioteca del escritor, donada por su viuda y albacea Aurora Bernárdez en 1993.


Gran amante de los libros desde su infancia definía así su vínculo con los libros propios y ajenos: "Desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas". Firmó sus obras primero como Julio Denis, luego como Julio Cortázar. Le gustaba leer los libros en su lengua original, lo hizo en inglés, francés, castellano y alemán, y los coleccionaba en japonés, en hebreo, en ruso o incluso acumulaba poesía sánscrita.


El canto de los cronopios


Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días. Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se muestran algo escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los famas son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.

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Cubrí con flores
Aquella caligrafía
De trazos rectos.

Unas gotas de luna
Cayeron en mi mano,
Los vientos húmedos
Acercaron el perfil del silencio
Hasta mi rostro.
El espacio vacío
Se llenó con los sueños,
La ausencia
Vagó en la quietud
Del amanecer,
Y encontré indicios
En la voz del aire.

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