viernes, 6 de febrero de 2009

Victoriano Crémer. Manuscritos y Garabatos


El Palacio de la Isla de Burgos, sede del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, expone desde el 26 de diciembre hasta el 26 de febrero, Manuscritos y garabatos de Victoriano Crémer. Una pequeña muestra de poemas y dibujos realizados en los últimos años por este centenario escritor, poeta y ensayista burgalés.

Victoriano Crémer obtuvo el Premio Boscán en 1951 y el Nacional de Poesía en 1963. Entre sus obras destacan Nuevos cantos de vida y esperanza (1951). Nuevos cantos de vida y esperanza II (1952). Con la paz al hombro (1959). Tiempo de soledad (1962). Diálogo para un hombre solo (1963). El amor y la sangre (1966). Poesía total (1944-1966). Nuevas canciones para Elisa (1972). Lejos de esta lluvia tan amarga (1974). Poesía (1944-1984) (1984). El cálido bullicio de la ceniza (1990). La escondida senda (1993). El fulgor de la memoria (1996). El último jinete (2008).
A pesar de sus 102 años sigue con su actividad creativa. Escribe habitualmente una columna de opinión en el Diario de León llamada Crémer contra Crémer.

El pasado año 2008 obtuvo el Premio Gil de Biedma de Poesía, de la Diputacion Provincial de Segovia con su poemario El último jinete, el autor asegura que en este libro ha querido matizar toda su obra anterior. Víctor García de la Concha, presidente del jurado, manifesta que se trata de "un libro lleno de emoción, escrito desde la última vuelta del camino, un repaso a la vida, pero con la misma actitud apasionada de los primeros libros de Crémer".
Los versos de Crémer hablan de amor y solidaridad, del trabajo, la soledad y el cansancio. Ponen de relieve una humanidad sorprendente, y aunque de tono amargo están salpicados de estrellas.
LOS CAMINOS DEL AMOR
Huele a soledad el campo
tan breve, tan sin sentido,
bajo un firmamento abierto
de par en par.
¡Apetito
de tierra sola, de tierra
desterrada, de caminos
que nunca llegan a Roma!
La carretera es un río
enjuto que no se acaba
y que no tiene principio.
Pero la esperanza enseña
a creer lo que no vimos;
el aire, la luz, la música,
la palabra...
Desistimos
de andar mirando las cosas,
descubriendo los registros
concretos.
El alto cielo
nos orienta con sus guiños
fulgurantes.
Levantamos
la mirada y transcribimos
su fausta telegrafía:
«¡Para el amor no hay caminos!»

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Cubrí con flores
Aquella caligrafía
De trazos rectos.

Unas gotas de luna
Cayeron en mi mano,
Los vientos húmedos
Acercaron el perfil del silencio
Hasta mi rostro.
El espacio vacío
Se llenó con los sueños,
La ausencia
Vagó en la quietud
Del amanecer,
Y encontré indicios
En la voz del aire.

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